sábado, 12 de julio de 2014

¡Sí a los memes de Pablo Escobar!




Encolerizados siguen la mayoría de colombianos con la holandesa y los australianos que hicieron el chiste de Falcao y James aspirando cocaína. Mucho se les dijo, y a ella hasta la hicieron dimitir de su cargo en la UNICEF. Todo por un simple chiste, que ella en verdad no cree que aquí todos consumamos de esa, y menos los futbolistas, pero es como molestar a los gringos por brutos, a los argentinos por creídos, o a los mexicanos por saltamuros. A mí me da risa a veces. Empero, no voy a hablar de qué tan chistoso es, ni de qué tan irrespetuoso pudo haber sonado. Es un estereotipo más, y como siempre con los estereotipos, alguna razón soterrada existe para su popularización. O no tan soterrada, en nuestro caso, que si hay producto colombiano más célebre que el café es la coca, y si hay hijo famoso de estas tierras es el Patrón, Pablito Escobar, Señor de la Cocaína. Pero de Escobar me ocupo al final, si el lector me tiene paciencia.
No hay mejor forma de saber cómo piensa un pueblo que saber de qué se ríe. Uno siempre se ríe de cosas,  o comunes, o que se salen de la normalidad: El bogotano promedio se ríe cuando razona acerca del hecho de que ni él, ni ninguno de sus paisanos, se sienta en un asiento del transporte público hasta que éste no se haya enfriado a temperatura ambiente. Esa es la risa de lo homogéneo. Pero suba usted a un costeño en un bus por la séptima, y verá que después de un rato el costeño también goza burlándose de tan extraña tradición. Esa es la risa de la heterogeneidad, de la superioridad.
Para Hobbes, reírse era un acto subversivo. Quién se ríe, se siente superior a aquello de lo que se ríe. La risa que temía Hobbes es la risa de la heterogeneidad. Porque para Hobbes no hay nada superior al Estado, al Leviatán. La risa es el desorden, lo cómico es lo criticable, y lo criticable es lo razonado. Por ello, en sus tiempos, la risa era concebida como un peligroso factor de (des)articulación, la mecha que enciende la pólvora. La racionalidad individual nos permite apercibirnos del ridículo. El ridículo lo es por cuanto quien lo percibe no se siente igual sino mejor. Quien se ríe, diría Hobbes, se siente superior al ridículo, y para hacerlo tuvo antes que razonar. No le sirve al Estado monstruoso de Hobbes la gente que piensa mucho. Pero calma, que ya vamos al punto.
Hay veces en que la risa se presenta de manera colectiva y no individual. El funcionamiento es parecido: Cada uno, antes o después del chiste, en su individualidad, razona alguna cosa de la cual concluye que es ridícula, por parecida a sí o por totalmente opuesta. Se presenta después una especie de agregado de la razón colectiva, y no falta quien suelta un chiste que ya otro tenía en la punta de la lengua. Los chistes machistas, racistas, feministas, xenófobos, etc., no son más que eso. La forma en que un grupo social, o una persona, identificándose a sí mismo por oposición al otro, pone sobre la mesa su presunta, o más bien su fingida superioridad.
Pero hay algo de lo que no se habla mucho y es que los chistes donde uno parece superior al otro son la mejor forma de que los dos estén, realmente, al mismo nivel. Me explico. En Colombia, díganme si no, uno no es amigo del otro hasta que, bajito bajito, lo ha llamado con el nombre de alguna enfermedad venérea. Bien, cuenta el filósofo esloveno, Slavoj Zizek, que cuando estaba enlistado en el ejército yugoslavo, un compañero suyo, proveniente de otro de los países eslavos, además de intelectual íntegro, se le acercó de repente y sin ningún circunloquio le fue diciendo: “Me follo a tu madre”. Zizek lo entendió de inmediato: el otro, lejos de insultarlo, le tendía un lazo de amistad difícil de rechazar. “Continúa, mientras acabo yo con tu hermana”, le dijo el filósofo. Y rieron juntos.
Es como aquí en Bogotá que uno siempre tiene un amigo al que le dicen Negro. Y es más común que a Negro le valga un pepino que así lo llamen. Se ríe cuando le dicen guaricho, chocoano, vendedor de cocada, etc. Se ríe, sí, porque eso no es racismo sino igualdad. La posibilidad de denigrar del otro por sus diferencias, en chiste, no es más que una demostración de la igualdad percibida entre ambas partes. La certeza de que el negro no se va a ofender así le digas carbón, si no que va a soltar la risa y a hablar de la pequeñez del miembro sexual de los caucásicos, eso es igualdad.  De la auténtica, no de la fingida.
Milan Kundera, escritor checo, hablaba en otros términos de los dos tipos de risas: La risa de los ángeles, aquella risa contemplativa, complacida con la perfección absoluta de la creación de Dios. Y la risa del Diablo, risa seria y certera, que percibe las imperfecciones de la creación, y, creyéndose superior a ellas, emite carcajeos burlones. La risa del diablo es la risa a la que temía Hobbes. La risa de los ángeles, en cambio, es la risa que oculta el Leviatán tras la máscara de terror que muestra ante sus súbditos. El statu quo versus la transformación. La risa del diablo versus la risa de los ángeles.
Y dice Kundera que requiere el mundo quién se ría como los ángeles, y por supuesto quién se ría como el diablo. En su obra, manifiesto anti totalitario, la risa del diablo viene a ser la forma en que los soviéticos reían de su propio régimen, deslegitimando la risa mediocre de los ángeles stalinistas.
La vida misma es tan trágica como cómica. Tan trágica como grotesca. Por eso defiendo los memes de Pablo Escobar, los defiendo porque me dan risa, me dan risa porque son ridículos, me dan risa porque expresan lo grotesco de nuestra sociedad, de nuestra historia, de nuestras vidas. Que estamos jodidos, lo estamos, pero tan jodidos como cuando Pablo, jamás.
Leí que era el colmo que los colombianos se indignaran con la holandesa y los australianos del “perico”. Leí que era el colmo que porque si a nosotros mismos, colombianos, no nos indignaban las novelas y los memes de Pablo Escobar, no podíamos esperar menos de otros pueblos del mundo. Pues bien, las narco-novelas son la risa de los ángeles, la risa de la homogeneidad, la risa seria del que espera que todo siga igual. Las narco-novelas nos cuentan la historia de nuestros antihéroes, como si de héroes se tratara. Los memes de Escobar, en cambio, son la risa del diablo, risa de progreso, risa de superioridad.
Somos superiores a nosotros mismos, así nos cueste creerlo. Porque si reímos de Escobar es porque él ya no está para impedirlo, que no me imagino lo que habría sido de todas esas páginas de Facebook si Pablo siguiera vivo.
Dejemos pues, la mojigatería, y riamos complacidos, que Pablo Escobar ya no está. Su semblante, aún, persiste en la risa oculta de los ángeles. Esos ángeles malditos, de traje y corbata, de poncho y carriel, de botas y motosierra. Pero para eso estamos todos, colombianos típicos (y holandesas y australianos), para irlo borrando con carcajadas estruendosas que nos recuerden lo terrible de nuestro pasado y nos ilusionen con la superioridad propia de los días presentes. Por alguna vaina seremos tan burlones, que si no estaríamos aún entre chapetones y criollos.

Camilo Andrés Acosta.

@CamiloAcosta2

martes, 1 de julio de 2014

Esa "tal tercera vía de Santos" NO EXISTE.

Se habla hoy en la ciudad de Cartagena de una nueva forma de hacer política, una nueva forma de manejar y regular la economía. Dicen que se llama “La Tercera Vía”, y el concepto viene de la academia. Según Anthony Giddens, el teórico que la formuló, la tercera vía es una manera de gobernar, desde el centro político y desde la economía mixta. La tercera vía surge en la academia como una reacción al neoliberalismo que se impuso como salvación ante el fracaso del Estado de Bienestar y el Estado Socialista. Este artículo pretende revisar qué tan central es este gobierno y qué tan mixta es esta economía.
Cuando se dice que alguien está en el centro político es porque, básicamente, esa persona dice no ser ni de izquierda ni de derecha. El centro político no propone sino critica. No le sirve la derecha, que considera demasiado deshumanizada, y no le sirve la izquierda, a quien la ve como el abuelo alcahueta del ciudadano perezoso. Pero lo que sí es cierto es que no hay ideología de centro, ni programas sociales de centro, ni nada que se le parezca. El reformismo, que tiende a confundirse con ser “de centro”, es un poco más claro en sus intenciones de progreso social y económico, pero hay reformistas de izquierda y de derecha.
Para analizar la postura política del presidente Santos no hay que hacer un análisis demasiado profundo, sus políticas hablan por sí solas. Santos promueve la libertad de empresa, la propiedad privada, el libre cambio (en forma de TLCs), y un Estado que en general no se involucra demasiado en los asuntos del ciudadano. Santos es entonces un liberal. Y los liberales pueden ser más o menos liberales, más o menos socialistas. Si yo fuera Uribe, de una digo que Santos está muy cercano al socialismo porque es amigo de la FAR, de Maduro y de los Castro. Pero lo cierto es que para estar cerca del socialismo hay que propugnar un modelo económico colectivista y no capitalista, como el que promueve Santos. ¿Cuándo ha hablado Santos de afectar la propiedad privada? Por más de que Fernando Londoño, en su primera columna en este medio, diga que la “terminación del latifundio” es un atentado contra la propiedad privada, eso no es cierto. La terminación del latifundio no es una política colectivista, ni mucho menos, sino un esfuerzo que debe hacer el Estado por redistribuir equitativamente las tierras. Estoy seguro de que los grandes latifundistas no se van a quedar sin propiedades, tan seguro como que esto es Colombia y aquí mandan son ellos. Este gobierno es de derecha, una derecha más liberal que la derecha totalitaria de Uribe y Londoño, pero derecha al fin y al cabo.
Pasando a lo económico, no puede ser menos cierto eso de que Colombia es una economía mixta. Cualquiera que viva aquí sabe que el que manda es el que paga. Colombia está hecha a la medida de los ricos. Y cada vez más. Cualquier país, desde Cuba hasta Estados Unidos, puede alegar en parte que tiene una economía mixta. Esto es, una economía con gran participación del sector privado, y con una regulación (más o menos) fuerte por parte del Estado. Los países escandinavos, los más desarrollados del mundo, y los más prósperos de Europa, manejan, de verdad, economías mixtas. Noruega, por ejemplo, con grandes empresas privadas, garantiza el control estatal sobre el petróleo, principal recurso del país, y así interviene prácticamente en toda la economía. En Suecia, el mercado está un poco más desregularizado, y las empresas públicas no son muchas. Sin embargo, el Estado interviene la economía cuando redistribuye cerca del 60% de los salarios de los ciudadanos a través de impuestos al ingreso. Aquí sería terrible que el Estado le quitara a uno el 60% del salario, sobre todo si es el salario mínimo, pero es tan terrible porque no podemos si quiera concebir un Estado que de verdad redistribuya los recursos, a eso no nos han acostumbrado.
Total que hay varias formas de que la economía sea, o al menos parezca, mixta. Pero en Colombia no hay ni rastros. Como ni rastros de que Santos sea de centro, si toda la vida ha gobernado con la derecha y lo sigue haciendo. Ni hablemos de sus compañeros en Cartagena: Blair, Clinton, Cardoso, Lagos; todos estandartes del neoliberalismo en sus países.
Dijimos antes que la tercera vía es una reacción al neoliberalismo. El neoliberalismo fue una reacción de derecha ante el fracaso del Estado de bienestar y los estados socialistas. Colombia no fue socialista, ni tuvo Estado de Bienestar, pero sí nos metieron el cuento del neoliberalismo. Ahora, tan vivos ellos, le ponen al neoliberalismo “Tercera Vía”, disfrazando al lobo de oveja. Lo que uno ve, en todo caso, es  que esa “tal tercera vía” de Santos, NO EXISTE.

@CamiloAcosta2